En todo embarazo ocurren cambios en el metabolismo del cuerpo de la madre. Uno de ellos está vinculado con modificaciones en la generación de insulina y en la resistencia de los tejidos a la acción de esta hormona. Los motivos aún se estudian, pero, en principio, durante los primeros meses aumenta la sensibilidad a su acción. Es probable que esto suceda para facilitar la absorción de glucosa y, en consecuencia, la generación y reserva de más energía.
En la medida en que avanza el segundo trimestre, y en adelante, sucede lo contrario, las células comienzan a resistir la acción de la hormona; quizá para aumentar el azúcar en la sangre y redirigirla al feto para nutrirlo en su constante crecimiento. Pero lo cierto es que el páncreas de la mujer, ante esta resistencia, debe trabajar con más intensidad. Y en algunos casos, el órgano no soporta esta sobrecarga y no genera suficiente cantidad de insulina para los requerimientos de esa etapa del embarazo; por ende, la glucosa no entra con eficiencia en los tejidos y queda circulando en la sangre, se detecta un exceso (hiperglucemia), y se presenta la llamada diabetes gestacional (DG). Esta es una de las posibles causas de este tipo de diabetes, que en definitiva se define como aquella aparecida durante el embarazo. Llega sin aviso
FINAL FELIZ
La química de la gestación es muy compleja, y aún se estudian muchos de sus aspectos. En lo que refiere a diabetes, se cree que el “ambiente” dentro del útero –más factores genéticos– influye en el desarrollo del embrión y el feto. Por eso, cuando la mujer padece algún tipo de diabetes previa, es fundamental el control temprano de la enfermedad y, más aún, en lo posible programar con anticipación el embarazo, ya que se reducen las posibilidades de malformaciones en el bebé casi al mismo nivel que en un embarazo normal. Y en cualquier caso, si no hay un manejo adecuado de la enfermedad, el hijo puede padecer problemas metabólicos a futuro, que varían de acuerdo con el tipo de diabetes previa o gestacional que tuviera la madre.Además, lo que puede ocurrir –con cualquier diabetes de la madre que no esté bien controlada– es que el exceso de glucosa llegue al feto, lo que se traduce en un bebé de mucho peso, con posibilidades de complicaciones en el parto que suelen derivar en cesárea. También, la hiperglucemia en la mujer dispara una mayor generación de insulina por el páncreas del bebé, y es posible que, al momento de nacer, ese excedente de hormona suscite una hipoglucemia, es decir, una bajada súbita de la glucosa en la sangre del chiquito, con graves consecuencias si no es detectada a tiempo. El niño también puede tener dificultades para respirar, entre otros problemas.
Así, si bien no se conocen con exactitud los mecanismos por los que la diabetes de la madre afecta al hijo, sí se conoce cuáles son los riesgos de complicaciones en la salud del bebé y la mamá. Y es claro que un buen control de la enfermedad los previene. Pero un buen control de cualquier tipo de diabetes no se reduce a la incorporación de medicamentos. Se necesita también educación diabetológica, para aprender a manejar la enfermedad durante las 24 horas y, a veces, apoyo psicológico. Además de insumos médicos (aparte de la medicación específica), que están previstos en la ley de protección al diabético, pero que no siempre los responsables de proveerlos lo hacen en tiempo y forma.
Fuente: Página 12
