El 22 de noviembre de 2000, Rosa Benavídez era brutalmente asesinada junto a sus cuatro hijos por su marido.
Desde el 1er. aniversario de este horrible hecho, las ruinas de la que
fue la casa de la familia constituyen el Espacio Blanco, un lugar que nos invita a todos a reflexionar sobre la responsabilidad
social que cada uno posee ante los hechos de violencia familiar
conocidos y no denunciados.
Rosa Benavidez vivía en una humilde casa en el barrio Tiro Federal de Monte Caseros. Madre de cuatro hijos –Carlos
de 12 años, Gabriela de 9, Luciana de 5 y Erica de 3–, soportaba en forma
diaria el abuso de su esposo, de apellido Ramírez, quien además, tenía
adicción a la bebida.
Las denuncias a la policía local se sucedían una tras otra, cada vez con
mayor frecuencia. Y por ello resulta absolutamente inexplicable que
aquel 21 de noviembre de 2000, cuando la policía concurrió a pedirle a
Ramírez que abandonara el domicilio conyugal, ésta cediera a su pedido
de darle unos días para mudarse.
Sin embargo, así ocurrió. La calma pareció reinstalarse en el domicilio
sobre el que pendía ya la tragedia. Al día siguiente, la música
proveniente de la casa de Rosa elevó súbitamente su volumen y todos
prefirieron pensar que Ramírez nuevamente estaba borracho.
Distinta era esta vez la realidad. La música tapó las voces de Rosa y de
cada uno de sus cuatro hijos. Un golpe de hacha en la cabeza truncó los
sueños de la joven madre de 27 años. Luego llegó el turno de Carlos,
que murió degollado. Gabriela, Luciana y Erica los acompañaron en el
viaje sin retorno.
Quizás en ese último instante Ramírez haya recuperado la calma y haya
podido observar el resultado de su sangrienta obra horrorizado. Es
imposible saberlo, pero lo cierto es que el paso siguiente fue echar
combustible a los cuerpos y a la vivienda a la que prendió fuego cuando
aún estaba en el interior de la misma.
Pero su coraje llegó al punto límite al enfrentarse a las llamas y huyó
cobardemente intentando cruzar el río para llegar a Uruguay. La
Prefectura de ese país pudo frustrar este último intento de cobardía.
Amigos, vecinos, familiares: todos abrieron sus ojos horrorizados ante
la tragedia en la que Rosa vivía inmersa desde hacía un largo tiempo. La
sociedad montecasereña en su conjunto se estremeció ante el horror
padecido por esta familia que no pudo hacer oír su desesperado pedido de
auxilio, antes de la tragedia.
Desde Monte Caseros Mujer nuestro homenaje a Rosa Benavídez y a todas las víctimas de violencia de Argentina.
